En el Día del Bombero Voluntario, le hacemos un obsequio distinto a nuestros “ángeles de la guarda” de carne y hueso: Una parte de la riquísima historia de Bell Ville, que podría tener relación con los servidores públicos.
Edward Frederick Knight (1852-1925) fue abogado, navegante, soldado y periodista y escribió una veintena de libros desde diversos paisajes del planeta. Hasta escribió desde los frentes de batalla, lo que le costó perder un brazo en la guerra Anglo-Bóer. En 1881 recorrió Córdoba, de paso hacia Tucumán.
Al llegar a Fraile Muerto (hoy Bell Ville) se festejaba el carnaval en el pueblo. Así lo describió Knight:
“Baldazos de agua eran arrojados libremente a los que pasaban y cada quien andaba armado con su inevitable pomito que arrojaba agua florida. Las pequeñas pícaras de ojos oscuros mojaban con agua fría con esos instrumentos detestables. La noche fue de parranda y se oía a través de la puerta abierta el tañido de la guitarra, mientras al menos doce bailes se llevaban a cabo en diversos lugares de la ciudad; de verdad, había tantos bailes como casas, ya que todos los estancieros, rancheros y gauchos de cuatro leguas a la redonda se habían dado cita en Fraile Muerto para la ocasión. Por todas partes las risueñas muchachas campesinas se entregaban al espíritu de las danzas nativas, salvajes y hermosas. Las carreras de caballos, las peleas de gallos y el baile son las únicas diversiones de la Pampa, y la última es la única que el bello sexo puede compartir con el sexo fuerte”.
Los viajeros también presenciaron allí un desfile de varias carretas de bueyes adornadas con papeles y flores, una de las cuales transportaba tocando a una pequeña orquesta popular de músicos vestidos con túnicas amarillas, que le recordaron a Knight la vestimenta de las víctimas de la Inquisición. En otra carreta había “chinitas” vestidas en uniforme rojo y negro, perfumadas de agua florida. Mientras tanto, dos paisanos arrojaban a derecha e izquierda un chorro de agua que brotaba de una máquina hidráulica como un carro de bomberos. Esto era tomado con toda naturalidad por la concurrencia”.
Nos preguntamos si esa máquina hidráulica no habrá sido la primera autobomba manual con la que contó la población para sofocar incendios.
(*) Los datos pertenecen al Sr. Víctor Ramés y fueron publicados en el Diario Alfil de Córdoba.
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